miércoles, 13 de marzo de 2013

¡El cambalache español!



Ayer, tras más de un año de silencio, mientras pensaba sobre que escribir o más bien por dónde empezar, escuché "Cambalache" de Carlos Gardel y caí en la cuenta de que en efecto, los españoles vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos.

Pareciera que Cambalache se hubiera escrito hace tres días y expresamente para nosotros, los españoles, pues refleja con dolorosa perfección el envilecimiento de una sociedad donde las cualidades del esfuerzo, el conocimiento y la razón, han desaparecido o por lo menos, están en grave peligro de extinción. 

Buscar paralelismos parece inevitable y no me resisto a poner nombres propios a la letra de este famoso tango:

Que siempre ha habido chorros (Bárcenas)maquiavelos (Rubalcaba) y estafaos (¡Ay, pobres contribuyentes!). 
Contentos (cada día menos) y amargaos (en aumento). Valores y doblez (por un tubo). Pero que el siglo veinte (y uno) es un despliegue de maldad insolente (representada muy  bien por Otegui, de Juana Chaos o el caso del Faisán), ya no hay quien lo niegue (salvo claro está, por Eguiguren y CIA). 
Vivimos revolcados en un merengue y en un mismo lodo todos manoseados. 

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho (Albert Rivera) que traidor (Artur Más), ignorante (Leire Pajín), sabio (Juan Luís Arsuaga) o chorro (Correa), generoso (Amancio Ortega) o estafador (Ruíz Mateos). ¡Todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro (Pepiño)que un gran profesor (Gregorio Marañón). No hay aplazados, ni escalafón. Los inmorales (incontables en España) nos han igualao. Si uno vive en la impostura (J.M. Gordillo) y otro roba en su ambición (M. Conde), da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. 

¡Qué falta de respeto, que atropello a la razón! (Encended la televisión).
¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón (Urdangarín, un Señor ladrón)!
Mezclado con Stravisky (Isaac Albéniz), Va Don Bosco (San Francisco Javier) y "La Mignon" (Corina, la entrañable amiga del rey), Don Chicho (Laureano Oubiña) y Napoleón (Pizarro), Carnera (R. Nadal) y San Martín (José Blas Molina)
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida. 
Y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia (Constitución) contra un calefón (es posible que si la factura del gas sigue subiendo recuperemos su uso...al tiempo). 

Siglo veinte (y uno) cambalache problemático y febril, el que no llora no mama (Juan Carlos I) y el que no afana es un gil (¡Ay, pobres contribuyentes!)
Dale que va, dale nomas, que allá en el horno nos vamos a encontrar. 
No pienses mas, siéntate a un lado, que a quien le importa si naciste honrado (sexo con futbolista =30.000 €; doctor e investigador del CESID=1.000 €). 
Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros (Fondo de reptiles Andaluz), que el que mata (El Cuco), que el que cura (Ramón y Cajal) o esta fuera de la ley (y tan fuera, querida Infanta). 

En fin, probablemente cualquier lector puede identificar y con más tino, distintos personajes tristemente célebres que dan sabor español a esta canción. Dijo Bismarck "España es el país más fuerte, los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido". Cuanta razón. 





miércoles, 15 de febrero de 2012

Un país maldito.

Desde que España cediese a Francia en el Tratado de Ryswick (1697) el control de la banda septentrional y occidental de La Española, y la nueva Saint Domingue francesa se construyera sobre la base de un férreo sistema esclavista, el pueblo de Haití sufre. Es desde sus primeros pobladores, 300.000 esclavos capturados en África y trasladados en barco en un largo y aterrador viaje, hasta los más de 10 millones de haitianos libres que hoy malviven en la “perla” sin brillo de las Antillas, que el pueblo de Haití padece la maldición de la pobreza.

La pequeña isla fue pionera en el proceso descolonizador y salió victoriosa en la lucha por su independencia, pero desde el año 1804 son muchas las dificultades a las que ha tenido que hacer frente, convirtiéndose en el país más pobre de todo el hemisferio occidental y ocupando, tristemente, el puesto 158 de los 177 países en el Ranking del Desarrollo Humano.

Haití es un país castigado por su historia, vilipendiado por sus líderes. Una república joven e inexperta. Traicionada por los deseos e intereses de unos pocos personajes perversos, sedientos de poder y riqueza. Tras numerosos y cruentos golpes de estado, y traiciones al más puro estilo Fouchéniano, la inestabilidad política parecía superada en 2006, cuando bajo la supervisión de Naciones Unidas (MINUSTAH) se celebraron unas convulsas elecciones que encumbraron como presidente con el 48,76% de los votos, al ingeniero René Préval.

La larga lista de reformas aprobadas por el nuevo ejecutivo gracias a la inversión extranjera, que entonces suponía casi el 40% del presupuesto nacional, auspiciaban el inicio de una nueva era de crecimiento y desarrollo, pero las ilusiones de los haitianos se vieron truncadas apenas cuatro años después de la victoria del partido “Esperanza” en las segundas elecciones libres celebradas en toda su historia.

El 12 de enero de 2010, un terremoto de alta intensidad (6,9 en la escala de Richter), el más dañino y mortífero de los últimos doscientos años, dejó en pocos segundos 300.000 muertos sepultados bajo más de cinco millones de metros cúbicos de escombros. Más de un millón y medio de personas perdió su hogar y se convirtió en refugiado. Se acababa de iniciar la diáspora haitiana, que haría cundir el pánico entre los países receptores, en particular de su vecino dominicano.

La respuesta a la catástrofe de la comunidad internacional fue inmediata. La devastada capital, Puerto Príncipe, recibió en menos de 72 horas alimentos, medicinas y efectivos de numerosas ONGD y Agencias Internacionales. Pronto, EE.UU anunció el envío de 100 millones de dólares, y Venezuela, reaccionó prometiendo la misma cantidad. La Unión europea aprobó el desembolso de 400 millones de Euros (3 millones de procedencia española), y China comprometió 4,2 millones de dólares de su presupuesto nacional.

En marzo de 2010, bajo el lema “Hacia un nuevo futuro en Haití” se celebró una Conferencia de donantes con miras a seguir produciendo resultados tangibles y visibles de reconstrucción. La presión la opinión pública, conmovida por el sufrimiento haitiano, llevó a diversos gobiernos a asumir compromisos económicos inabarcables en tiempos de crisis. En total se comprometieron 4.600 millones de dólares a desembolsar en 18 meses. Pero el 12 de enero de 2012, exactamente 24 meses después del terremoto, OXFAM denunciaba que sólo el 46% de los fondos había llegado a su destino.

El Plan de reconstrucción resaltaba como de vital importancia, la retirada de los miles de metros cúbicos de escombros de colapsaban las calles de Puerto Príncipe y Jacmel. Misión de titanes, todavía hoy incompleta, pues más de dos millones y medio de metros cúbicos de piedras, cemento, metal y cristales permanecen desafiantes como doloroso recuerdo de la tragedia. Especialmente simbólica es la imagen del palacio presidencial en ruinas. Numerosas infraestructuras semiderruidas amenazan a diario la seguridad de los pocos transeúntes y vehículos, que valientemente transitan por las áreas más castigadas.

Otro tema de suma relevancia, consistió en establecer mecanismos para el suministro de agua potable y el tratamiento de residuos sólidos en los campamentos y asentamientos temporales. Pero los esfuerzos acometidos en este término no dieron los resultados esperados, y diez meses después del terremoto se identificaron los primeros casos de cólera. La contaminación fecal de las aguas propago la bacteria Vibrio Cholerae por todo el país. Una epidemia previsible pero preocupante, que todavía hoy contagia una media de 200 personas al día. Sin el correcto tratamiento de los coléricos, un mayor control de las aguas contaminadas (47%) y una campaña de prevención a nivel nacional, el número de muertos, actualmente cifrado en 7.000, podría multiplicarse en pocos meses.

El ambicioso plan para la reconstrucción de Haití preveía, entre muchas otras cosas, la recomposición de un sistema educativo fundamentalmente privado (80%), el aumento de la inversión extranjera, la estimulación del turismo, la creación de empleo y el fortalecimiento institucional. Pero los esfuerzos realizados se muestran insuficientes, así lo ha reconocido el actual presidente de la república, Michel Martelly: Haití avanza a trompicones. Y las cifras, demoledoras, así lo confirman: el 80% de la población vive con menos de 1 dólar al día y al menos la mitad de la población es analfabeta. Sólo ocho de diez millones de haitianos tiene acceso al suministro eléctrico. El 83% no tiene acceso a agua corriente ni al sistema de salud; y tan sólo 200.000 personas de 4,2 millones de población activa tiene un empleo regular.

La maldición sobre Haití parece confirmarse estos días cuando la amenaza de un nuevo terremoto es portada de numerosos periódicos. Haití no levanta cabeza,   el peso de los escombros no se lo permite. Ayudemos a desescombrar, así lo prometimos. Debemos limpiar aunque sepamos que se volverá a ensuciar. La madre naturaleza es cruel. No hay garantías con los malditos. Sólo una certeza: nuestra deuda con Haití es de 2.484 millones de dólares.

Haití existe, aunque tratemos de ignorarlo.

martes, 12 de abril de 2011

Religión y prejuicios.


"Más vale tarde, que nunca", por fin el Tribunal de Estrasburgo ha aprobado una resolución que rechaza la violencia contra los cristianos en el mundo. La condena de los ataques a las minorías cristianas ha llegado poco después de la vergonzosa actuación interpretada por los 27 Ministros de exteriores europeos, incapaces de ponerse de acuerdo a la hora de defender el derecho a la Libertad religiosa. 

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tantas veces llena las bocas y engrosa los discursos de los políticos, no es respetada ni de lejos por muchos gobiernos, todos ellos libres suscriptores de la Declaración del 48. El último Informe de Libertad religiosa en el Mundo 2010 (Ayuda a la Iglesia Necesitada) revela que más de 150.000 cristianos son asesinados al año en todo el mundo, y 200.000 son objeto de persecución, a menudo promovida desde el mismo Estado, como es el caso de Sudán, donde el presidente Omar Hassan ordena a sus milicias exterminar a los negros cristianos del Sur.

Por desgracia, Sudán no es una excepción sino la norma. La Comisión sobre Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos, publica anualmente una "Lista de Observación" de aquellos países cuyo comportamiento exige un control cercano debido al grado de violación de la libertad religiosa. En 2009, el Top Ten de los países con más violaciones de este derecho fundamental incluía a Afganistán, Bielorrusia, Egipto, Indonesia, Laos, Rusia, Somalia, Tayikistán, Turquía y Venezuela. A todos ellos deben sumarse muchos otros, en los que no sólo se persigue a los cristianos, sino a todas las minorías religiosas y étnicas. 

En Pakistán, la Ley antiblasfemia, otorga vía libre al gobierno para castigar con penas irreversibles a aquellos ciudadanos que no profesen el Islam. Entre 1986 y 2010 al menos 993 personas han sido acusadas de haber profanado el Corán o difamado al profeta Mahoma. Esta ley favorece la delación entre sus ciudadanos como instrumento de venganza personal, y se ha convertido en la mejor herramienta para eliminar a las minorías "incomodas" mediante la aplicación de la Sharía. 

Resulta alarmante la fobia anticristiana en países como Iraq, Indonesia, Corea del Norte, Vietnam, Laos, Egipto, India, Pakistán, Filipinas o Nigeria, donde en noviembre de 2008 los ataques musulmanes contra las comunidades cristianas dejo un saldo de 500 muertos y 40 iglesias destruidas. En 2010, desde Iraq, Indonesia o Somalia llegaban noticias de numerosos atentados terroristas contra las minorías cristianas. El ataque y destrucción de sus barrios, comercios o lugares de culto ha sido una constante a lo largo del pasado año. La marginación legal de estas minorías es evidente. Como ciudadanos de segunda clase tienen limitada su participación en los espacios públicos y no gozan de ninguna protección jurídica. 

El régimen de impunidad favorece nuevas agresiones y las comunidades cristianas se ven obligadas a huir hacia países vecinos, que si bien no son la panacea en cuanto a derechos y libertades se refiere, por lo menos contemplan un estatus de "tolerancia" más o menos forzada frente a las minorías étnicas y religiosas. Este es el caso de los caldeos iraquíes refugiados en Jordania, que han cruzado en masa sus fronteras ante la nueva ola de atentados en Iraq, como el sucedido en noviembre de 2010, cuando militantes islamistas interrumpieron en la Iglesia Nuestra Señora de la Salvación de Bagdad, acabando con la vida de 44 feligreses, 2 sacerdotes y 7 miembros de las fuerzas de seguridad. 

Pero más vergonzante y pueril resulta la mofa constante contra los "cristianos" que se produce en toda Europa occidental. Prueba de ello, es que el seno del Parlamento europeo no se aprobara la Resolución de condena de los ataques a los cristianos a falta de 5 votos: Irlanda, Portugal, Chipre, Luxemburgo y España. Después de todo, nuestro Congreso de los Diputados, a falta del apoyo de IU, ERC e ICV aprobó una moción de condena de los “brutales” ataques a cristianos en el mundo, instando a los gobiernos a respetar los derechos humanos.

En España, hace unos meses sufrimos un ataque frontal a la libertad religiosa recogida en nuestra denostada constitución, cuando el Gobierno prohibió celebrar misa en la Basílica del Valle de los Caídos para indignación de sus feligreses habituales y de todos aquellos, que aún no siendo “católicos”, viven temerosos ante la pérdida constante de libertad. El laicismo amenaza bajo la mascara de la Memoria histórica, y son muchos los que pretenden reescribir “nuestra” historia, renegando de nuestros orígenes católicos.

En estos días, la manifestación atea convocada para el jueves santo en Madrid, esta levantando ampollas, y la Delegación del Gobierno saca balones fuera para evitar tomar una decisión. A la progresía laicista le divierte la “procesión atea”, sin embargo, a los católicos les retrotrae a un episodio muy amargo de la Historia de España. Que manía tenemos los españoles de provocar haciendo alarde de nuestros “valores” o “creencias” sólo con el objeto de soliviantar a quienes no piensan como nosotros. Por suerte, en España nadie te obliga a cumplir los preceptos de cuaresma, ir a misa en domingo o seguir de rodillas una procesión. Agnósticos y ateos pueden elegir, como pueden elegir los católicos. ¿Con que intención convocas una procesión atea en jueves santo, sino es con el afán de incordiar?

Llegados a este punto, sólo puedo pensar en que ¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. (A. Einstein)